viernes, 2 de diciembre de 2011

La historia de un verdadero campeon del running y de la vida

He leído este articulo, y me ha parecido bien compartirlo en mi blog, Juan Tejada tras una vida llena de carreras, le diagnosticaron una enfermedad muy difícil de curar, una esclerosis lateral, desde este blog quiere rendir mi homenaje, poniendo a continuación un articulo que él mismo escribió, y que para mi es una prueba de fuerza de voluntad, y esfuerzo, aunque finalmente no le ha servidor para poder seguir con nosotros, descanse en paz. Me parece sencillamente impresionante :

LA CARRERA MÁS LARGA
Por Juan Tejada

En Septiembre, tras una semana de pruebas, nos dan la noticia. En vivo y en directo, el neurólogo informa detalladamente de las “bondades” de lo que posteriormente, un amigo llamó el trastorno. Personalmente, algo me temía tras el presuroso paso por la médico de familia y su interés en que se hiciesen las pruebas. Además, para bien o para mal, los que conocemos a Mr. Google corremos el riesgo de la excesiva información, y con ello la posibilidad de que el pánico nos gane la partida.

En ese momento mi máxima prioridad era irme a mi casa, definitivamente los hospitales no me gustaban. Los había evitado durante más de treinta y cinco años y, la verdad, no me había ido nada mal. Incluso la última vez que estuve, con dieciocho, me ayudó a no participar en un divertido juego de guerras y soldaditos, toda una suerte. Como decía, yo quería dormir en mi propia cama, seguir disfrutando con mi trabajo, seguir con mis maravillosos entrenamientos por el Prado y por el bosque de Armentia y olvidar toda aquella pesadilla.

Lo cierto es que esto no había hecho más que empezar. Tenía dos opciones para vivir de esta manera; vivir como tal y no despertar de ella o ser consciente de que solo era una alucinación y despertar como si hubiera sido un mal sueño. La opción elegida estaba clara, un maratoniano no se rinde fácilmente.

Sabía que lo que me esperaba iba a ser la maratón más dura de mi vida. Los primeros kilómetros iban a ser un paseo. El kilómetro quince llegaría pronto y sin apenas cansancio. Poco después la media maratón, con un sentimiento de cansancio y euforia. A partir de aquí, ya iba a depender de la preparación realizada y sobre todo de la fuerza mental. Al paso por el kilómetro treinta, las piernas, con síntomas de dolores y cansancio, se niegan a continuar.

Y “el muro”, en el treinta y cinco, haciéndose de rogar. ¿Dónde demonios habrán escondido el dichoso cartelito del 35…?. Aquí si se llega con ímpetu e ilusión, la maratón estará a tu alcance pero si no es así, no habrá misericordia. Abandonarás. Pues bien, todas y cada una de las recaídas y sentimientos encontrados y afrontados en una carrera de larga duración puede asemejarse al trastorno. En el afán por superarme, una parte básica y fundamental está siendo el ambiente familiar que se respira en casa y del compromiso de los más cercanos. Insisto, básico y fundamental. Sin el apoyo de estos, ahora mismo no estaría corriendo este maratón y el abandono y la frustración me perseguirían.

Qué decir de los amigos. Creí que la única relación que me ha vinculado con personas que conozco se traducía en horas de trabajo, ocio y algunas que otras actividades. Muchos de estos “conocidos” han dado un paso adelante y me han desbordado y emocionado con su amistad. Estoy orgulloso y ahora valoro que son algo más que conocidos, son mis amigos. Estos ingredientes, familia y amigos, están haciendo posible la ilusión, mi ilusión por vivir. Ilusión por ver un nuevo día. Ilusión por percibir cosas que antes era incapaz de ver; el color del cielo, los matices de color de una flor, su perfume. Ilusión por salir a la calle y recibir el calor del sol o la lluvia en la cara. Ilusión para acabar la maratón y en el tiempo previsto. Ilusión por contar con mi familia y muchos amigos.

Toda maratón que se precie debe estar surtida de unos buenos avituallamientos, con ellos se recuperan recursos que a la postre pueden significar el éxito; líquidos, sales minerales y alguna energía que se han perdido en cada tramo de una agotadora y larga carrera. Igualmente en este trastorno que yo sufro, son necesarios los avituallamientos para seguir adelante, con paso firme. Mis amigos, los de siempre, están siendo un apoyo necesario e importante para poder mantener los ánimos.

Silenciosos, reservados, discretos, siempre están ahí. Deportistas con la que he dado miles de vueltas al Prado o al Bosque a Otazu y a todo Vitoria. Haga frío, calor, lluvia, nieve o caigan tempestades, siempre dispuestos para salir a correr. Hablando de tiempos, de marcas de cuándo será la próxima. Palabras tan mágicas como Behobia, Gaintxurisketa, San Sebastián, maratón, bajar de dos cuarenta, cambios de ritmo, series. Korrikas, correcaminos infatigables, que me han demostrado su auténtico valor, con o sin calzarse unas zapatillas. Su presencia protectora me proporciona la serenidad necesaria para poder resistir kilómetro a kilómetro.

Ya que el trastorno parece ir cerrando puertas en su evolución, de alguna manera hay que abrir esas puertas para no quedarse encerrado. El último avituallamiento que he recibido ha venido por parte de los compañeros de trabajo. Ha sido gratificante visualizarlos vestidos con petos fosforescentes y repartiendo botellines de agua y barritas energéticas. Me han proporcionado un iriscom que me acerca a todos vosotros y que gracias a ello y a todos ellos me está abriendo infinidad de puertas.

Puedo leer toda la serie de “El clan del oso cavernario” de Jean M. Auel. Puedo escuchar “The Dark Side of the Moon” o “Wish You Were Here” de Pink Floyd. Puedo ver la película “Los centauros del desierto” o “The Wall” de Alan Parker. Puedo hacer que esta maratón sea más llevadera. Puedo escribir esto para contároslo, y para que sepáis que, vosotros también podéis.

Ahora puedo…conseguir cualquier meta. El iriscom es un sistema con el que se puede controlar el ordenador a través del movimiento de los ojos. Sencillamente, puedo hacer lo que antes hacía. Y se han multiplicado las posibilidades de estar conectado al mundo.

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